La caza de brujas en Europa durante los siglos XIII al XVII no dejó títere con cabeza. Todo era diabólico: mujeres, escobas, gatos, cabras e incluso los tomates.
Años más tarde, ya se tenía la receta completa y se confirmaba que el tomate era un siervo del maligno por pertenecer a la familia de las solanáceas, como la mandrágora y el beleño negro, otros ingredientes que componían el ungüento.
De manera que en la época se creía que si mordías un tomate, las fuerzas del mal te convertían en un hombre lobo.
Solamente en España se podían comer tranquilamente (tal vez por eso se aprovechaba y se sigue aprovechando al máximo, hasta para untar el pan) porque la Inquisición llegó a considerar como herejía cualquier creencia en la brujería.
Allí, decían los científicos ya a principios del XIX, que curaba la sed que ocasionaba tanto sol. Pero comerlos en un clima frío y húmedo era arriesgarse a coger un resfriado. Incluso en Harvard se llegó a creer que el fruto era tan poderoso que era fácil tener una sobredosis tomatil que provocaría sangrado de encías y hemorroides.
Y en 1990 la NASA llevó al espacio unas semillas de la planta y cuando la nave regresó con ellas, sembraron el pánico entre los estadounidenses, que pensaron que tendrían mutaciones peligrosas.
Fuente: http://www.playgroundmag.net/food/diabolico-despensa-amenaza-hacerte-aires_0_1882011813.html