Los tomates se pueden secar al sol o en un secador o deshidratador, después necesitan conservarse de manera adecuada. La solución más difundida es esterilizar los frascos herméticos y conservar en un lugar oscuro y fresco. Error grave: nunca hacer esto si los tomate se secan al sol, ya que solo un deshidratador tiene la capacidad de eliminar completamente la humedad. El riesgo de que en el frasco puedan desarrollarse algunos hongos es muy alto.
Pero si no se dispone de un secador o deshidratador, ¿cómo conservar los tomates y el resto de fruta y verdura seca? Hay dos métodos: el primero es conservar todo en el congelador. Es importante que se puedan envasar al vacío, es decir eliminado todo el aire, o en caso de que se conserven en frascos herméticos, intentar llenar bien, sin dejar espacios. Claro, los recipientes herméticos son ideales si se tiene previsto utilizar en grandes cantidades, pero si se prevé consumir lentamente o en pequeñas cantidades, es mejor optar por conservar en bolsas al vacío. También hay que tener presente, que congelados duran más o menos 18 meses.
El segundo método es el de la conservación en aceite, aunque este funciona mejor con los tomates verdes. Se procede así: lavar y cortar los tomates por la mitad, poner sal por toda la superficie, colocarlos en un escurridor y meterlos en el frigorífico durante 6 horas. Transcurrido este tiempo, lavarlos con mucho cuidado para desalarlos, colocarlos en un bol con ½ litro de vinagre durante 4 horas y, transcurrido este tiempo, escurrirlos y secarlos. Por último, colocarlos en frascos previamente esterilizados y cubrir con el aceite que se prefiera (girasol, virgen extra de oliva, etc). Para cerrar herméticamente estos frascos, es recomendable hervir en agua, bien cerrados y sumergiéndolos envueltos en un paño, para evitar roturas, después sacarlos y dejar que se enfríen de forma natural. De esta forma, la tapadera se retrae y hasta que el frasco no se abra para consumir, los tomates quedan sellados y protegidos de cualquier contaminación externa.